Frontispicio de la obra |
p. Ir |
El Rey |
p. IIr |
Al muy alto y muy poderoso Señor don Philippe Príncipe de España. Humilde siervo Iuan Lorenzo Otevanti |
p. IIIv |
Prefación que escribió Nicolao Machiavelli de sus discursos, sobre la primera década de Tito Livio a Zenobio Buen del Monte, y Cosme Ruxelay. Libro Primero |
p. IVv |
Tabla del primero libro de los Discursos de Nicolao Machiaveli ciudadano y secretario, Florentino adonde por orden se hallará todos los capítulos y el número de las hojas |
p. VIv |
Tabla del Libro Segundo |
p. XIv |
Tabla del Libro Tercero |
p. XIIIv |
[Libro Primero] |
p. 1r |
Capítulo primero cuáles hayan sido universalmente los principios de cualquier ciudad, y cuál fue el de Roma |
p. 1r |
Capítulo segundo, de cuántas especies son las Repúblicas, y de la que fue la República Romana |
p. 5r |
Capítulo tercero, cuáles fueron los acidentes que hicieron criar en Roma los tribunos, por parte de la plebe, lo cual hizo la República, más perfecta |
p. 11v |
Capítulo cuarto, de cómo la desunión de la plebe, y del senado Romano, hizo libertada, y poderosa aquella república |
p. 13r |
Capítulo quinto, adónde más seguramente se ponga la guarda de la libertad, o en el pueblo, o en los nobles, y cuáles tengan mayor causa de levantar ruido, o los que quieren conquistar, o los que quieren conservar |
p. 15r |
Capítulo sexto si era posible que en Roma se ordenase un estado que quitase las enemistades de entre el pueblo, y el senado |
p. 18r |
Capítulo séptimo, cuán necesarias sean en una república las acusaciones, para mantener la libertad |
p. 23r |
Capítulo octavo, que tanto cuanto son provechosas las acusaciones en las repúblicas, tanto son perniciosas las calunias |
p. 26v |
Capítulo nono, cómo para ordenar una república es necesario ser solo, la cual esté fuera de sus antiguas ordenanzas reformada |
p. 30r |
Capítulo diez cómo son tan dignos de loores los fundadores de una república, o de un reino, cuanto son vituperiosos los que fundan una tiranía |
p. 33r |
Capítulo once de la Religión de los Romanos |
p. 36v |
Capítulo doce, cuánto importe tener cuenta con la religión, y cómo la Italia por haber faltado desto queda destruida |
p. 40r |
Capítulo trece, cómo los Romanos se sirvieron de la religión para ordenar la ciudad, y para seguir las guerras, y para hacer cesar los Ruidos y Alborotos |
p. 43r |
Capítulo catorce, los Romanos interpretaban los auspicios según su necesidad, y con la prudencia mostraban que observaban la religión, y cuando eran forzados no la guardaban, y si alguno la menospreciaba le castigaban |
p. 45v |
Capítulo quince, cómo los Sanitos por último remedio a sus afligidas cosas recorrieron a la religión |
p. 47v |
Capítulo diez y seis cómo un pueblo que está acostumbrado a vivir so un Príncipe, si por algún accidente se torna libre con dificultad, mantiene la libertad |
p. 49v |
Capítulo diez y siete, cómo un pueblo que esté corrompido, y haya venido en libertad, con grandísima dificultad, se puede mantener libre |
p. 53v |
Capítulo diez y ocho, qué manera se habría de tener en una ciudad corrompida, para mantener en ella un estado libre, habiéndole en ella, o no habiendo concertarle en ella |
p. 56r |
Capítulo diez y nueve, después de un excelente principio se puede mantener un príncipe de pocas fuerzas, mas después de un príncipe flaco, no se puede con otro de pocas fuerzas sustentar ni mantener algún reino |
p. 59v |
Capítulo veinte cómo dos subcesiones arreo de Príncipes virtuosos, hacen grandes efetos, y cómo las repúblicas bien ordenadas, tienen subcesión por fuerza, y por esto sus conquistas y augmentos son grandes |
p. 62r |
Capítulo veinte y uno, cuánta infamia merece aquel Príncipe, y aquella república que deja de tener armas propias suyas |
p. 62v |
Capítulo veinte y dos, sobre lo que es de notar en el caso de los tres Horacios Romanos, y tres Curacios Albanos |
p. 64r |
Capítulo veinte y tres que no se debe poner en peligro toda su fortuna, y todas sus fuerzas, y por esto el guardar de los pasos es muchas veces dañoso |
p. 64v |
Capítulo veinte y cuatro, cómo las repúblicas que son bien ordenadas constituyen galardones, y penas a sus ciudadanos mas nunca compensan el uno con el otro |
p. 67r |
Capítulo veinte y cinco, cómo el que quisiere reformar un estado antiguo en una ciudad libertada, tengua aldemenos la sombra de las maneras, y ordenanzas antiguas |
p. 68v |
Capítulo veinte y seis, un nuevo príncipe en una ciudad, o provincia que por él haya seído tomada, debe de hacer en ella todas las cosas nuevas |
p. 69v |
Capítulo veinte y siete, cómo los hombres saben muy pocas veces ser del todo malos o del todo buenos |
p. 70v |
Capítulo veinte y ocho, por cuál causa los Romanos fueron menos ingratos a sus ciudadanos, que los Athenienses |
p. 72r |
Capítulo veinte y nueve, cuál es más ingrato, o un pueblo, o un Príncipe |
p. 73r |
Capítulo treinta, cuáles son las maneras que debe de acostumbrar un Príncipe, o una república para huir este vicio de la ingratitud, y cuáles un capitán, o un ciudadano, por que el Príncipe, o la república no le enojen |
p. 76v |
Capítulo trenta y uno, cómo los Capitanes Romanos por yerros que hiciesen nunca eran castigados, extraordinariamente, ni fueron tampoco castigados jamás, cuando por su ignorancia o por sus ruines determinaciones, subcedieron daños a la república |
p. 78r |
Capítulo trenta y dos que una república o un príncipe no debe de hacer diferencia en beneficar a los hombres en sus necesidades |
p. 80r |
Capítulo treinta y tres, cuándo un inconveniente que ha crescido en un estado: o contra un estado, sea más provechoso partido, o entretenelle o huir dél |
p. 81r |
Capítulo treinta y cuatro la autoridad ditatoria, hizo provecho y no daño a la república Romana, y cómo las autoridades que los ciudadanos se quitan, no las, que les son dadas de los sufragios libres, son a la vida civil perniciosas |
p. 84r |
Capítulo treinta y cinco. De la causa por que en Roma la creación del Decemvirato fue dañosa a la libertad de aquella república no obstante que la creasen contra los sufragios públicos |
p. 87r |
Capítulo treinta y seis. Cómo no deben los ciudadanos que han gozado de las mayores preeminencias, correrse, ni enojarse que les den las menores |
p. 89r |
Capítulo treinta y siete cuántos escándalos parió en Roma la ley agraria, y cómo hacer una ley en una república que mire mucho a lo pasado, y que vaya contra una antigua costumbre de la ciudad, es cosa muy en gran manera escandalosa |
p. 90r |
Capítulo trenta y ocho, cómo las repúblicas que son de pocas fuerzas, son de poca resolución que casi nunca se saben determinar, y si alguna vez toman algún expediente, nasce más de necesidad que de eleción |
p. 93v |
Capítulo treinta y nueve, cómo en diversos pueblos se hallan muy a menudo los mismos acidentes |
p. 97r |
Capítulo cuarenta, de la creación del Decemvirato en Roma, e lo que en ella es de notar, en donde se considera entre otras muchas cosas, cómo se puede salvar, por semejante acidente o opresar una república |
p. 98v |
Capítulo cuarenta y uno, cómo el saltar desde la humildad a la soberbia, y de la piedad a la crueldad, sin los debidos medios, es cosa imprudente, y desaprovechada |
p. 104v |
Capítulo cuarenta y dos. Cuán fácilmente los hombres pueden venir en corrupción |
p. 105v |
Capítulo cuarenta y tres, que los que pelean por su gloria propria son buenos y fieles soldados |
p. 106r |
Capítulo cuarenta y cuatro, cómo una multitud sin una cabeza es desaprovechada y no debe de amenazar primero que pidan el autoridad |
p. 106v |
Capítulo cuarenta y cinco. Cosa es de mal ejemplo, el no guardar una ley hecha, y especialmente del autor della, y volver cada día a renovar injurias en una ciudad, y para el que la gobierna es muy dañoso |
p. 107v |
Capítulo cuarenta y seis, cómo suben los hombres de una ambición en otra, y primero procuran de no ser ofendidos, y después de ofender a los otros |
p. 109v |
Capítulo cuarenta y siete, como los hombres también se engañan en general, no se engañan en lo particular |
p. 111v |
Capítulo cuarenta y ocho, para que un oficio no se dé, a un hombre vil, o a un ruin, haga que lo pida uno que sea muy vil y muy ruin, o que le pida un hombre muy noble y muy bueno |
p. 115r |
Capítulo cuarenta y nueve, si aquellas ciudades, que tuvieron el principio libre como Roma tienen dificultad en hallar leyes, que las mantengan, aquellas que a deshora le tienen siervo, tienen dello casi una imposibilidad |
p. 115v |
Capítulo cinquenta. Cómo no debe un consejo, o un oficio de tener poder de concluir los hechos de la ciudad |
p. 118v |
Capítulo cincuenta y uno. De una república, o un príncipe debe hacer y entender que hace por su libertad aquello que ha de hacer por necesidad |
p. 120r |
Capítulo cincuenta y dos. Para desviar la insolencia de un hombre poderoso, que se levante en una república, no hay más segura, y menos escandalosa manera, que embarazarla aquellos caminos por los cuales él viene a subir en aquel poderío |
p. 120v |
Capítulo cincuenta y tres. Cómo el pueblo desea muchas veces su destruición, siendo engañado de una falsa especie de bien, y cómo la gran esperanza, y crecidas promesas, le hacen muy fácilmente mover |
p. 123r |
Capítulo cincuenta y cuatro. Cuánta autoridad tenga un hombre grande para refrenar una multitud concitada |
p. 127r |
Capítulo cincuenta y cinco, cuán fácilmente se acaban las cosas en aquella ciudad, adonde la multitud no está corrompida, y que adonde hay igualdad, no se puede hacer principado, y adonde no la hay no se puede hacer república |
p. 128r |
Capítulo cincuenta y seis. Cómo primero que subcedan los grandes accidentes en una ciudad, o en una provincia vienen señales que los pronostican, o hombres que los pedrican |
p. 133r |
Capítulo cincuenta y siete. Cómo la plebe toda junta es poderosa, y dividida es flaca |
p. 134r |
Capítulo cincuenta y ocho. Cómo la multitud es más sabia, y más constante que no es un Príncipe |
p. 135v |
Capítulo cincuenta y nueve, de cuál confederación, o liga la persona se puede más confiar, o de la que se hace con un príncipe o de la que se hace con una república |
p. 141r |
Capítulo sesenta, cómo el consulado y cualquier otro oficio en Roma se daba sin tener algún respecto a la edad |
p. 143v |
Libro Segundo |
p. 144v |
Prefación |
p. 144v |
Capítulo primero. Cuál fue mayor causa del Imperio que conquistaron los Romanos, o la virtud, o la fortuna |
p. 148r |
Capítulo dos. Con cuáles pueblos, los Romanos hubieron de pelear, y cómo aquellos ostinadamente defendían su libertad |
p. 152r |
Capítulo tercero: cómo Roma se hizo grande ciudad porque asoló las ciudades que tenía por vecinas, y porque recebía a los estranjeros de buena gana y les daban parte de sus preminencias y honras |
p. 158v |
Capítulo cuatro cómo las repúblicas han tenido tres maneras cuanto al ampliar |
p. 160v |
Capítulo cinco. Cómo la variación de las setas, y de los lenguajes juntamente con el accidente de los andaluvios, y de las pestilencias estingue la memoria de las cosas |
p. 165v |
Capítulo seis. De qué manera los Romanos procedían en el hacer de la guerra |
p. 168r |
Capítulo siete. Qué tanta tierra daban los Romanos a cada uno de los colonios |
p. 170v |
Capítulo ocho. De la causa por que los pueblos se salen de su patria, y se van vadeando en tierra ajena |
p. 171r |
Capítulo nueve, cuáles sean las causas que comúnmente hacen nacer las guerras entre los príncipes |
p. 175r |
Capítulo diez, cómo los dineros no son la importancia de una guerra, según la común opinión |
p. 176v |
Capítulo once, no es prudente partido el hacer amistad con un príncipe, que tenga más opinión y presumpción, que fuerzas |
p. 180r |
Capítulo doce. Si es mejor teniendo temor de haber de ser acometido de diferir, o de esperar la guerra |
p. 181v |
Capítulo trece. Cómo se sube desde baja fortuna a grande, más con la fraude que con la fuerza |
p. 186r |
Capítulo catorce, cómo muchas veces se engañan los hombres que piensan, con la humildad de vencer a la soberbia |
p. 188r |
Capítulo quince, cómo los estados flacos serán siempre indeterminados para tomar las resoluciones y siempre las determinaciones flojas son dañosas |
p. 189r |
Capítulo diez y seis, cúanto los soldados en nuestros tiempos se desconforman de las ordenanzas antiguas |
p. 192v |
Capítulo diez y siete. Cuánto debe ser estimada de los ejército en los tiempos presentes las artillerías, y si la opinión universal que dello tienen es verdadera |
p. 197r |
Capítulo diez y ocho, cómo por la autoridad de los Romanos, y por el enjemplo de la antigua milicia se debe tener en más estimación la infantería que los caballos |
p. 204v |
Capítulo diez y nueve cómo las conquistas de las repúblicas que no son bien ordenadas, y que no proceden según la Romana virtud, son en ruina y no en ensalzamiento dellas |
p. 210r |
Capítulo veinte, qué peligro pasa aquel Príncipe, o aquella república que se sirve de la milicia ajena, o ausiliar |
p. 214v |
Capítulo veinte y uno. Cómo el primero pretor que los Romanos enviaron en ningún cabo, fue a Capua cuatrocientos años después que ellos comenzaron a hacer la guerra |
p. 216v |
Capítulo veinte y dos. Cuán falsas sean muchas veces las opiniones de los hombres en el juzgar las cosas grandes y arduas |
p. 219r |
Capítulo veinte y tres. De cuánto los Romanos en sentenciar a sus súbditos por algún accidente, necesitado de tal juicio huyan el camino del medio |
p. 222r |
Capítulo veinte y cuatro, cómo las fortalezas generalmente son mucho más dañosas que provechosas |
p. 226r |
Capítulo veinte y cinco, que el dar asalto a una ciudad que esté desuñida para ocupalla, por causa de su desunión, es partido contrario |
p. 234r |
Capítulo veinte y seis, cómo ni amenazar y en injuriar de palabras a nadie engendra odio contra los que lo usan, sin algún provecho suyo |
p. 235v |
Capítulo veinte y siete, a los príncipes y a las repúblicas les debe de bastar de vencer, porque las más de las veces que no se contentan se pierden |
p. 237v |
Capítulo veinte y ocho. De cuán peligroso sea a una república, o a un Príncipe el no vengar una injuria que haya sido hecha contra el público, o contra el privado |
p. 240v |
Capítulo veinte y nueve. Cómo la fortuna ciega a los corazones de los hombres, cuando ella no quiere que ellos se opongan a sus determinaciones |
p. 243r |
Capítulo treinta, cómo las repúblicas y los Príncipes que verdaderamente son poderosos no compran las amistades con dinero, sino con la virtud y con la reputación de las fuerzas |
p. 246r |
Capítulo treinta y uno, cuán peligroso sea dar crédito a los que son echados de su patria desterrados |
p. 249v |
Capítulo treinta y dos, en cuántas maneras los Romanos conquistaban los lugares |
p. 251r |
Capítulo treinta y tres, cómo los Romanos daban a los capitanes de sus ejércitos las comisiones libres |
p. 254v |
Libro tercero. De los discursos de Nicolao Maquiaveli Florentino, sobre la primera Década de Tito Livio |
p. 257r |
[Frontispicio] |
p. 257r |
Capítulo Primero para que una secta o una república viva largos tiempos: es necesario retiralla muy a menudo hacia su primero Principio |
p. 258r |
Capítulo segundo cómo es cosa sapientísima saber disimular a su tiempo la locura |
p. 263r |
Capítulo tercero cómo es necesario para haber de conservar una libertad ganada nuevamente, de matar a los hijos de Bruto |
p. 264v |
Capítulo cuarto, cómo no vive seguro un Príncipe en un principado mientra viven aquellos que dél han sido despojados |
p. 266r |
Capítulo quinto cómo lo que hace perder un reino a un rey, que sea heredero dél |
p. 267v |
Capítulo seis, sobre las conjuraciones |
p. 269r |
Capítulo séptimo, de qué proceden que los mudamientos de la libertad a la servidumbre, y de la servidumbre a la libertad, alguna hay sin sangre y alguna es llena della |
p. 292r |
Capítulo ocho, cómo el que quiere alterar a una república, debe primero considerar el subjeto della |
p. 293r |
Capítulo nueve, cómo es menester de variar con los tiempos, para querer tener siempre buena fortuna |
p. 296r |
Capítulo diez de cómo un capitán no puede rehusar la jornada, cuando su contrario la quiera hacer en todo caso |
p. 298v |
Capítulo once, cómo el que tiene que hacer con muchos, aunque sea inferior, como quiera que él pueda sostener los primeros ímpetos, vence |
p. 302v |
Capítulo doce, de cómo un capitán que sea prudente debe emponer toda necesidad de pelear a sus soldados, y a los de los enemigos quitalla |
p. 304v |
Capítulo trece, adónde se haya de tener más confianza, o en un buen capitán que tenga ejército flaco, o en un buen ejército, que tenga el capitán flaco de saber, y prudencia |
p. 308v |
Capítulo catorce, cómo las nuevas invenciones que parecen se descubren en mitad de la pelea, y las nuevas voces que se oyen, qué efectos hacen |
p. 310v |
Capítulo quince, cómo es mejor que uno solo sea cabeza de un ejército que no muchos, y que cuando hay muchos que mandan ofenden |
p. 313v |
Capítulo diez y seis, cómo la verdadera virtud, van a buscar en los tiempos dificultosos, y en los tiempos fáciles no los hombres virtuosos, sino aquellos, que por riquezas o por parentela. Prevalen y tienen más gracia |
p. 315r |
Capítulo diez y siete, que no se debe ofender a una persona y después envialle en algún cargo o gobernación de importancia |
p. 318r |
Capítulo diez y ocho, cómo no hay cosa más excelente en un capitán que entender los partidos del enemigo |
p. 319r |
Capítulo diez y nueve, si para regir una multitud es más necesario el osequio que no la pena |
p. 322r |
Capítulo veinte cómo un ejemplo de cómo pudo más la humanidad para con los Falixos que no todas las fuerzas Romanas |
p. 323v |
Capítulo veinte y uno, de qué procedió que Aníbal con diversa manera de proceder de la de Scipión, hizo los mesmos efectos en Italia que aquel en España |
p. 324v |
Capítulo veinte y dos, cómo la dureza de Manlio Torcuato y la humanidad de Valerio Corvino acarreó a cada uno dellos una mesma gloria |
p. 327v |
Capítulo veinte y tres, por qué causa echaron de Roma a Camilo |
p. 333r |
Capítulo veinte y cuatro cómo la prolongación de los imperios hizo sierva a Roma |
p. 334r |
Capítulo veinte y cinco, de la pobreza de Cincinato y de otros muchos ciudadanos Romanos |
p. 335v |
Capítulo veinte y seis, cómo un estado se ruina y destruye por causa de mujeres |
p. 338r |
Capítulo veinte y siete. Cómo se debe de hacer para uñir una ciudad que está dividida en bandos, y cómo aquella opinión que tienen que para tener, y poseer a una ciudad, conviene tenella dividida, no es verdadera |
p. 339r |
Capítulo veinte y ocho. Que se debe mirar mucho a las obras que hacen los ciudadanos, porque muchas veces debajo de una obra pía se asconde un principio de tiranía |
p. 342r |
Capítulo veinte y nueve. Cómo los pecados de los pueblos nacen de los príncipes |
p. 343v |
Capítulo treinta. Cómo un cibdadano que quiera en su república hacer de su propria auctoridad alguna buena obra es menester que primero mate las envidias, y en qué manera se deben de ordenar las defensas para cuando vengan los enemigos a una ciudad |
p. 345r |
Capítulo treinta y uno cómo las repúblicas fuertes y los hombres escelentes tienen en cualquier fortuna el mesmo ánimo y su mesma dignidad |
p. 348v |
Capítulo treinta y dos. Qué maneras han tenido algunos para estorbar una paz |
p. 353r |
Capítulo treinta y tres. Cómo es necesario para querer vencer una batalla, hacer el ejército que sea de confianza así entre ellos como para con el Capitán |
p. 354r |
Capítulo treinta y cuatro. Cuál fama o voz, o oppinión hace que el pueblo empieza a favorecer a un ciudadano, y si él distribuye las preeminencias con mayor prudencia de lo que hace un príncipe |
p. 356v |
Capítulo treinta y cinco. Cuáles son los peligros que se pasan en señalarse cabeza para aconsejar un caso y mientra más estraordinario el caso mayores los peligros que en ello hay |
p. 360r |
Capítulo treinta y seis. La causa por que los Franceses han sido y son tenidos en los primeros ímpetus de las peleas por más que hombres y después menos que mujeres |
p. 362v |
Capítulo treinta y siete. Si las pequeñas escaramuzas son necesarias primero que se haga la jornada: y cómo se ha de hacer para conoscer un nuevo enemigo queriéndose desviar de aquellas escaramuzas |
p. 364v |
Capítulo treinta y ocho. De qué manera debe ser un capitán para que su ejército pueda confiarse dél |
p. 367v |
Capítulo treinta y nueve. Cómo un Capitán debe ser conoscedor de los sitios |
p. 369r |
Capítulo cuarenta cómo acostumbrar la fraude en el menear la guerra es cosa gloriosa |
p. 371v |
Capítulo cuarenta y uno. Cómo la patria se debe defender o con inominia o con gloria y que con cualquier manera es bien defendida |
p. 372v |
Capítulo cuarenta y dos. Que las promesas que se hacen por fuerza, no se deben cunplir |
p. 373v |
Capítulo cuarenta y tres, cómo los hombres que nacen en una provincia guardan en todos los tiempos casi aquella su misma naturaleza |
p. 374v |
Capítulo cuarenta y cuatro. Muchas veces se alcanza con el ímpetu y con la audacia lo que con modos ordinarios nunca se alcanzaría |
p. 376v |
Capítulo cuarenta y cinco. Cuál es el mejor partido en las jornadas o sostener el ímpetu de los enemigos, y sostenido pujar luego adelante: o verdaderamente en el principio asaltallos con furia |
p. 378v |
Capítulo cuarenta y seis de dónde nasce que un linaje en una ciudad guarda una temporada unas mesmas costumbres |
p. 379r |
Capítulo cuarenta y siete que es razón que un buen ciudadano por amor de la patria olvide las injurias particulares y privadas |
p. 380r |
Capítulo cuarenta y ocho, que cuando se vee hacer un gran yerro a un enemigo se debe de creer que debajo de aquello haya algún engaño |
p. 380v |
Capítulo cuarenta y nueve. Para haber de mantener libre a una república, es menester cada día proveimientos nuevos, y por cuáles merescimientos, Quinto Fabio fue llamado Máximo |
p. 382r |